“El hombre solitario es una bestia o un Dios”
Aristóteles
Veréis, os parecerá una tontería, pero a mí me gusta ser yo,
es una manía que tengo. Bueno,
realmente, es una “pequeña” manía del ser humano. Sentirse único, diferenciarse
del resto, verse como un ser individual con capacidades y habilidades propias
de cada uno, sean cuales sean. Incluso yo en este momento con este tipo de
perorata para empezar me estoy queriendo diferenciar.
La especie
humana en sí lo es, y tenemos para elegir, raza, sexo, creencias, vivencias,
habilidades, formas de ser, de sentir, de pensar, ay si, de pensar…
No hay que olvidar que en su defecto el ser humano es un ser
social que necesita vivir en comunidad, relacionarse, comunicarse, aprender de
los demás, a fin de cuentas socializarse, y si quitamos a la familia que es el
primer agente social, nos encontramos con el segundo en la lista, la escuela, y
entonces llegamos al problema.
Con la mente en todo lo dicho anteriormente deberíamos pensar
que la escuela debe ser un lugar plural y abierto donde el niño debe
socializar, conocer que existe gente distinta a él, con diferentes opiniones,
pensamientos, ideas, y, en definitiva, realizarse como persona.
Pero, ilusos nosotros, víctimas de un sistema jerarquizado
que nunca nos vio como personas si no como mecanismos de producción de un mundo
capitalista.
La escuela en su amplia mayoría se ha organizado como un
sistema homogéneo y dividido por secciones donde lo que ha primado nunca ha
sido el desarrollo del alumno, mas bien su capacidad para ejecutar tareas
repetitivas y sin conexión con el mundo que le rodea. La repetición lo mata
todo, y, por supuesto la escuela no es una excepción.
El problema es que si estuviéramos hablando de este tipo de
escuelas como un hecho aislado o fortuito podría entenderse el error, lo malo
viene cuando este es el tipo de escuela que se impone, cuando ella asume su hegemonía
por encima del resto.
Pero no la asume porque si, este tipo de escuela agiliza la formación
de maquinas e individuos carentes de opinión crítica, si partimos de la base de
que todos somos distintos, ¿a quién se le ocurrió que todas las personas a la
misma edad íbamos a ser iguales? ¿De quién sería la genial idea de imponer un
determinado conocimiento a una determinada edad? ¿De quién sería la idea de
matar nuestra individualidad? Sin duda, de alguien muy listo.
Matar nuestra individualidad, nuestras diferencias y en
definitiva la heterogeneidad de la raza humana, simplifica muy bien y mucho el
hecho de adoctrinar e instruir conductas y pensamientos que favorecen a los que
se encuentran arriba de la línea jerárquica. Haciendo posible mantener el
control y dominar a las masas. Les permite, en definitiva, ser dioses de un
mundo terrenal.
Pero por suerte no todos acataron pasar por el aro calladitos
y se dieron cuenta de ello, surgiendo así distintas formas de entender la educación
desde un punto mucho más plural y libre, apoyándose en lo heterogéneo de la
raza y haciendo hincapié en sus habilidades y capacidades, y en definitiva
formando personas y no maquinas.
Apostar por lo heterogéneo, la diversidad y el libre
desarrollo (Bien entendido), es apostar por la educación, ese el comienzo de
una escuela ideal.
Nacho Lanza Canca
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